Vivir para siempre, reseña


Esta es una película para llorar. Antes de sentarte a verla, provisiónate bien de pañuelos. Sin embargo, no se trata de la típica película de llanto fácil. Vivir para siempre logra una extraña mezcla entre drama y optimismo. Se trata de una película que trata el tema de la enfermedad infantil, y cómo los niños enfermos la enfrentan.




Al más puro estilo de "Juno", una película que también, dentro de su optimismo, era dramática, nos encontramos con una ficción fantástica, alejada de la realidad pero que no carece pro ello de impacto. Un relato aderezado al mundo de los niños enfermos, niños que por su enfermedad viven una vida más intensa que muchos adultos que les rodean.

Rodada con una realización dinámica, planos excepcionalmente compuestos, movimientos de cámara y foco ágil, además de curiosos detalles como escenarios con marionetas de cartón, apuntes sobreimpresos y escenas rodadas como si fueran los propios niños quienes las hubiesen rodado. Y, además, una acertada banda sonora.

Probablemente han nacido tres pequeñas estrellas: Robbie Kay -Sam, protagonista absoluto-, Alex Etel -su amigo y compañero de andanzas- y Ella Purnell -la prima del anterior-, aunque los trabajos secundarios son más que correctos, destacando en concreto a un expresivo Ben Chaplin, interpretando al padre de Sam


LinkWithin

Related Posts with Thumbnails